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La Península Ibérica recluta bisontes y caballos garranos para reducir el riesgo de incendios

Una antigua raza de caballos, así como bisontes europeos, forman parte de un proyecto pionero para combatir el riesgo de incendios forestales en España y Portugal

En un experimento pionero en la Península Ibérica, el caballo garrano y el bisonte europeo, ambas razas ancestrales, han unido sus fuerzas para combatir el riesgo de incendios forestales.

Estos animales en peligro de extinción desempeñan un papel crucial en la gestión de matorrales y vegetación, combustible para las devastadoras llamas.

¿Cómo ayudan los caballos prehistóricos a combatir los incendios?

Con una población aproximada de 300 ejemplares, los caballos garranos viven en estado semisalvaje en la Serra da Cabreira (Portugal). Esta raza, cuyos orígenes se remontan a la prehistoria, ha sufrido un importante declive desde mediados del siglo XX.

Según João Paulo Ribeiro, presidente de la Associação de Criadores de Garrano, su población disminuyó de unas 70.000 a sólo 350 yeguas en la década de 1990.

El alcalde de Vieira do Minho, António Cardoso, se refiere acertadamente a los caballos como “cavalos sapadores“, en referencia al término militar, destacando su papel vital en la limpieza del terreno.

Este enfoque innovador pretende prevenir los incendios aprovechando el pastoreo natural de los caballos, que consumen unos 30 kilos de vegetación al día.

Al centrarse en las zonas situadas bajo los tendidos eléctricos, los caballos contribuyen a crear cortafuegos, reduciendo así el riesgo de propagación del fuego.

Colaboración entre el hombre y el bisonte

En otras regiones se han puesto en marcha iniciativas similares en la lucha contra el fuego.

En España, el director de la Reserva del Bisonte EuropeoJesús González Ruiz, destaca el papel fundamental del bisonte europeo en el mantenimiento de la salud de los bosques.

Los bisontes, conocidos por sus hábitos alimentarios indiscriminados, consumen más de 130 especies vegetales diferentes, desbrozando y rejuveneciendo eficazmente el paisaje. Su presencia ayuda a evitar que la maleza se convierta en un peligro potencial de incendio.

Este esfuerzo de colaboración entre humanos y animales supone un cambio significativo hacia estrategias sostenibles de prevención de incendios.

Al aprovechar los comportamientos y habilidades innatos de estas razas en peligro de extinción, las comunidades de la Península Ibérica se esfuerzan por preservar su rico patrimonio natural al tiempo que se protegen de los devastadores efectos de los incendios forestales.

Se espera que esta forma de “pastoreo ecológico” se extienda también a otras zonas.

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