Después de cerca de 25 años de esfuerzos realizados, el lince ibérico podría salir de la lista de animales en riesgo de extinción en España
El lince ibérico (Lynx pardinus) va estando a salvo de extinguirse. Según el último censo publicado, la población actual de esta especie endémica de la Península Ibérica es de 1.668 ejemplares. Esta cifra aúna a adultos, subadultos (de uno a dos años) y 563 cachorros nacidos en 2022.
Cifras que conceden un alivio y son señal de que el trabajo para sacar al lince ibérico de la lista de especies en peligro crítico de extinción, -en la que entró en 2002 cuando se contaban menos de 100-, está dando resultados positivos y muy esperanzadores.
En 2022 nacieron 300 cachorros más que en 2021. Esto supone una continuidad de la línea de crecimiento que se inició en 2015. Loos expertos consideran este hecho una evolución demográfica que, además, permite ser optimista de cara al futuro.
Sin embargo, no hay que bajar la guardia porque la especie está todavía “en peligro de extinción”. Pero, al menos, ya ha entrado en vías dejar de ser el felino más amenazado del mundo. Un dudoso honor que llegó ostentar.
Según el grupo de trabajo del lince ibérico, coorinado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), esta cifra es la más alta desde que comenzaron los programas de conservación de la especie, en 2002.
De estar reducidos a dos grupos, que vivían tan sólo en pequeñas poblaciones de Sierra Morena, los Montes de Toledo y Doñana, ahora los linces se distribuyen en 15 núcleos de la península. La mayor parte en España y uno en Portugal.
En España, las poblaciones estables más numerosas están en Andalucía, con 782 linces en Sierra Morena. Le sigue Castilla-La Mancha con 272. Después Extremadura con 138 ejemplares, respectivamente. Por su parte, en Portugal viven 261 linces ibéricos.
Otro dato importante a considerar en los parámetros poblacionales, junto con el número de individuos y el de cachorros nacidos, es el de hembras reproductoras. Ese número es, actualmente, 326.
Para que el alivio sea definitivo todavía tiene llegar a haber no menos de entre 3.000 y 3.500 linces, con 750 hembras reproductoras. Esto sería lo ideal según los criterios científicos.
Será entonces cuando la especie pueda ser catalogada como fuera de peligro. Cumplirán entonces los requisitos que permitan considerarla en Estado de conservación favorable, según las normas europeas. De momento, al menos, se ha alcanzado un hito que permite el optimismo que las entidades implicadas en su conservación sienten.
25 años de programas de conservación del lince ibérico
Llegar hasta aquí ha supuesto un largo camino que comenzó hace más de 25 años. Fue a finales de los años 90 del pasado siglo cuando se encendieron todas las alarmas. El declive de la especie había alcanzado un nivel que la situaba al borde mismo de la extinción. De hecho, en Portugal llegó a estar desaparecida.
Desde 1950 hasta los primeros años 2000 las poblaciones de linces se habían reducido a causa de la escasez de conejos, su principal alimento. También se daban altas mortandades por plagas y por la pérdida de hábitats por la fragmentación de sus territorios. Sin olvidar, por supuesto, la caza furtiva y los atropellos.
Si el único felino endémico de estas tierras fue el más amenazado del mundo, España estuvo cerca de ser el país que viera su extinción.
Pero no fue así, y esas alarmas encendidas dieron lugar al acuerdo general de que había que salvar al lince. Una vez firmado, a continuación, había que diseñar una estrategia de conservación basada en criterios científicos e implicaba a todas las administraciones.
Cada una de ellas tenía que trabajar en el ámbito de sus competencias y con la aportación de recursos materiales y económicos. Además, se hiló una serie de programas de conservación concatenados unos con otros, incluidos 12 proyectos europeos LIFE, que han permitido alcanzar estos resultados.
Para estos programas han sido fundamentales la implicación y el trabajo en equipo de más de 20 administraciones y organizaciones. No hay que olvidar a los científicos, conservacionistas y muchos propietarios de fincas rústicas y agrícolas y poblaciones locales. Estos también han sido sensibles al valor y la importancia de la conservación de esta especie.
Cría en cautividad y tecnología
Un papel clave en la recuperación del lince ha sido el Programa de Reproducción en Cautividad. Fue iniciado en el Centro Experimental del Acebuche, en el Parque Nacional de Doñana.
Cada temporada, los nacimientos de cachorros eran acogidos como verdadera agua de mayo. Y no es que fuera fácil, precisamente. Por ejemplo, en tres temporadas nacieron 19 cachorros, de los que salieron adelante sólo 11.
Los objetivos de este primer centro, al que se sumaron otros en Andalucía, Extremadura y Portugal, era obtener y conservar material genético de la especie. Así mismo, tenían que procurar que llegaran a buen término el mayor número de cachorros de cada camada nacida.
Por último, debían iniciar un programa de reintroducción en la naturaleza a partir de 2010. Las primeras liberaciones al medio natural de linces nacidos en estos centros comenzaron en 2011 y, hasta 2022, se ha liberado a 338 ejemplares.
Los linces liberados eran monitorizados con cámaras de fototrampeo y collares con GPS
Una vez que comenzaban su vida en el medio natural, los linces seguían igualmente bajo la atención de los responsables científicos y técnicos de los programas de conservación. Con sistemas de monitorización basados en fototrampeo, -colocación de pequeñas cámaras fotográficas automáticas que fotografían a los animales cuando pasan por su área de detección-, fotoidentificación –porque cada lince tiene un patrón de manchas propio y único-, y telemetría –collares con GPS-, se han obtenido datos demográficos, de distribución por los territorios, su uso, sus conexiones y sanitarios.
Además se han podido saber sus andanzas, sus comportamientos y relaciones sociales y familiares. Porque, a pesar de ser animales que generalmente solitarios, y con mucha fama de ello, también interaccionan con otros y tienen cierta vida social.
La ampliación de hábitats ha sido un factor clave en la supervivencia del lince ibérico
Otra de las claves para la recuperación de la especie era que tuviera territorio suficiente para poder vivir. Por eso, una parte de las acciones de los programas de conservación han consistido en buscar las posibles zonas para reintroducir a los linces en la naturaleza.
Pero no sólo eso: también era fundamental que esos territorios pudieran estar conectados. Y es que era importante que las poblaciones de linces no se quedaran de nuevo aisladas, con los riesgos de consanguinidad que eso conlleva.
Lo más habitual es que esos territorios fueran fincas privadas o de caza, así que un aparte importante de los programas de conservación ha conllevado el establecimiento de convenios de colaboración con los propietarios o gestores de esas fincas.
Esto se realizó bajo la fórmula de acuerdos de custodia. Por ejemplo, WWF, que ha participado como socio en sucesivos proyectos LIFE, mantiene acuerdos con 18 fincas que suman más de 25.000 hectáreas.
De esta manera, se pueden realizar diferentes acciones de restauración, conservación y mejora de los de los territorios para que pudiera haber más conejos y para los linces. Estos acuerdos, además, han demostrado ser una forma activa de participación en la conservación del lince ibérico, con la incorporación y colaboración de los propietarios en el diseño de las actuaciones que se hacían en sus fincas.
La conclusión después de cerca de 25 años es que los esfuerzos realizados han merecido la pena. El éxito que está siendo la conservación del lince ibérico es un mérito de país y un ejemplo para los conservacionistas de todas partes.
Pero también de los propios linces, que pese a las mil dificultades tantas veces demuestran ser unos auténticos supervivientes.
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