La Discusión

Diario democrático

La mano de Irulegi, un hallazgo increíble

La Mano de Irulegi, hallada en 2021 cerca de Pamplona, es una plancha de bronce que contiene un texto del siglo I a. C. con 40 signos en el marco de unas excavaciones impulsadas por la Sociedad de Ciencias Aranzadi . En 2018, el alcalde, Manolo Romero, pidió la colaboración de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y del Gobierno de Navarra para excavar el otero, sobre el que también se levantan los muros de un castillo medieval. A los pies de la fortificación se descubrieron entonces los restos del asentamiento bimilenario. Se trata de un asentamiento habitado, desde la Edad del Bronce medio tardío (entre los s. XV y XI a.C), hasta el primer tercio del s. I a.C.

El hallazgo en los restos de un poblado vascon del siglo I a.C. data el primer texto protoeuskerico hace 2100 años.

El lugar fue abandonado tras ser atacado por tropas romanas en el marco de las guerras sertorianas (años 83-73 a.C). Fue un conflicto civil entre los romanos Quinto Sertorio y Lucio Cornelio Sila, en el que los pobladores autóctonos tomaron partido. En el umbral de una de las viviendas arrasadas se halló una plancha de bronce, con forma de mano, de unos de 14,5 centímetros de longitud. Solo en el laboratorio se contrastó que en sus dedos aparecían grabadas unas extrañas inscripciones.

El hallazgo ha revelado en Navarra las inscripciones más antiguas en lengua vascónica. Se trata de una pieza de 2.100 años que revoluciona las investigaciones sobre el euskera y que supone el documento en una lengua de Iberia más antiguo encontrado hasta la fecha. Los epigrafistas han distinguido la primera palabra del texto: sorioneku, de gran parecido con el vocablo en euskera zorioneko, formado por la secuencia zori (fortuna) y on (bueno), que podría traducirse por “de buena fortuna o de buen agüero”. El resto de la inscripción plantea más interrogantes, admiten los investigadores, que creen haber detectado algunos vocablos reconocibles como es (ez en euskera actual), adverbio de negación, y quizás también una forma relacionable con el verbo egin (hacer).La pieza, realizada durante la Edad del Bronce medio, en un poblado atacado por las tropas romanas, es la inscripción más antigua en una lengua de España.

Según los investigadores, la inscripción de la mano de Irulegire presenta el texto antiguo más extenso en lengua vascónica

Javier Velaza, catedrático de Filología Latina de la Universidad de Barcelona y uno de los epigrafistas prerromanos más reputados del mundo, no salía de su asombro cuando analizó la pieza en abril: correspondía al primer texto de la historia escrito en vasco (siglo I a. C.) y se podía traducir su primera palabra, sorioneku (afortunado). “La Mano de Irulegi constituye el primer documento indudablemente escrito en lengua vasca y en un signario (alfabeto que incluye letras y sílabas) específicamente vascónico, además de ser el texto más extenso conocido hasta el momento”, dice. Hasta ahora, no se habían encontrado textos escritos, más allá de algunas monedas. Los habitantes de Irulegi hablaban una lengua denominada protovasco o vascónico, un antecedente milenario del actual euskera y con fuertes semejanzas. Esto permite a los expertos afirmar que se trata de la misma lengua, pero evolucionada.

Escritas en signario paleohispánico, solo han llegado unas pocas inscripciones cuya atribución e interpretación lingüística han generado un debate todavía abierto. Hay que esperar a la época imperial romana para encontrar un corpus epigráfico más abundante. En este contexto, el hallazgo de una inscripción vascónica como la encontrada en la Mano de Irulegi constituye una novedad excepcional, según los expertos.

La fase de ocupación final del poblado se ha conservado de forma intacta y excepcional gracias al incendio sufrido. Los desplomes sellaron las viviendas y los objetos de su interior.

El 18 de junio de 2021, la arqueóloga Leire Malkorra halló en el vestíbulo de una de estas viviendas la mano de bronce. La localizó bajo restos de carbones y adobes quemados ocasionados por el incendio. Junto a ella, también se distinguían cerámicas etruscas y negras, así como monedas y restos óseos de animales domésticos. La Universidad de Upsala (Suecia) los ha fechado, con una probabilidad del 95,4%, en el primer cuarto del I a. C.

Era una lámina de bronce con una aleación del 53,19% de estaño, un 40,87% de cobre y un 2,16% plomo. Es lgo habitual en aleaciones antiguas, según los análisis y pruebas del químico Pablo Pujol y del profesor Julián José Garrido de la UPNA. Se recortó para representar la forma de una mano derecha de tamaño natural. Es lisa en el lado de la palma, pero en el dorso presenta la forma de las uñas, aunque no se han conservado todas. En el centro del extremo cercano a la muñeca, presenta una perforación de 6,51 milímetros para clavarla en una madera. Sus medidas son 143,1 milímetros de altura, tiene un grosor de 1,09 mm, una anchura de 127,9 y un peso de 35,9 gramos.

La “autopsia” de la mano

Entre marzo y abril de 2022, los epigrafistas Javier Velaza y Joaquín Gorrochategui, catedrático de Lingüística Indoeuropea en la Universidad del País Vasco, llevaron a la autopsia de la pieza. La inscripción ―cuatro líneas y 40 signos― se practicó sobre la cara que representa el dorso de la mano. El texto que incluye se lee colocando los dedos orientados hacia abajo. “El signario empleado para escribir el texto pertenece a la familia de los semisilabarios paleohispánicos [como el íbero o el celtíbero]. No obstante algunas características invitan a pensar que se trata de un subsistema especial”, dicen los expertos.

Es un sistema gráfico particular, con origen en el sistema ibérico nororiental. No coincide con el resto de signarios conocidos de la península Ibérica, aunque está adaptado a las grafías y fonemas de la zona vascona. Por ejemplo, la inscripción incluye el signo T, conocido en dos monedas, que avala la existencia de un subsistema gráfico particular. Sistema al que se puede denominar “signario vascón”, porque en los demás signarios hispánicos ese signo no existe.

Además, este sistema de letras y semisilabario de Irulegi incluye dos signos vibrantes, lo que indicaría una adaptación del ibérico, ya que el celtibérico carecía de uno de ellos. Cómo, cuándo y dónde adaptaron los vasconesel signario ibérico? No se sabe, pero sí se descarta así por completo que los vascones fueran anepígrafos, como se pensaba. Según los expertos “conocían la escritura y habían hecho de ella un uso, si no extensivo, sí al menos no despreciable”.

Según los investigadores, la inscripción representa el texto antiguo más extenso en lengua vascónica conocido hasta el momento. Junto con monedas acuñadas en esta zona y otros epígrafes, cuya atribución es debatida, muestra el uso de la escritura por parte de los vascones. El testimonio supone también una “singularidad” por lo que respecta al tipo y forma del soporte (una mano clavada con los dedos hacia abajo) y a la técnica empleada (punteado después de un esgrafíado).

Sobre el autor